miércoles, 23 de julio de 2014

LA ENSEÑANZA DURANTE LA GUERRA




A pesar de la guerra, diversas instituciones republicanas continuaron con el gran esfuerzo por la cultura y la lectura popular, promoviendo un desarrollo educativo y cultural que, en su conjunto, dio lugar a un movimiento educativo de gran magnitud que no ha sido superado.


Considerando la importancia que la educación y la escuela tenían para la República, no sorprende que, a pesar de las terribles urgencias de la guerra, en la zona republicana se procurara atender la educación de la infancia y la alfabetización de los adultos, incluso en las propias trincheras. Una buena muestra de este interés nos lo ofrecen las campañas de alfabetización entre los soldados. En febrero de 1937 se disponía en la Gaceta la creación de las "milicias de la cultura", formadas por maestros adscritos a unidades militares con el fin de promover la alfabetización de la población adulta y combatiente. En noviembre de ese mismo año se organizaron las "brigadas volantes de lucha contra el analfabetismo en la retaguardia".



Durante la guerra, la federación de trabajadores de la Enseñanza, FETE – UGT, procede a la reestructuración de la trama docente. La enseñanza continúa en la retaguardia, a pesar de los bombardeos, y continúa en las trincheras, pero mientras que en la zona republicana se continúa con la  trayectoria, dentro de la legislación vigente, de extensión de la cultura a la población, en el bando nacional la actividad se centra en el control, la censura, la incautación, la depuración e incluso la quema de bibliotecas.

                                




Poco tenía que ver la situación en el bando rebelde con la del republicano. A medida que las tropas facciosas avanzaban, se emitieron varias disposiciones con el fin de lograr un control total de los fondos bibliográficos, con lo que contribuyó a la reducción del número de bibliotecas públicas anteriormente creadas. Las primeras disposiciones, ya en 1936, consistían en la prohibición de producción, comercio y circulación de libros, periódicos, folletos e impresos que no sirviesen para propagar las ideas de este sector del Ejército y del Nuevo Estado, lo que inició una política de lo que se denominó “depuración”. Para ello se creo una Comisión de Depuración compuesta por distintos miembros como académicos y militares eclesiásticos que tenían la facultad de efectuar expurgos ideológicos, literarios y de otro tipo, siempre que por su contenido se opusieran al Movimiento Nacional.
Se emitió una serie de listas de libros y otro tipo de publicaciones que, por su contenido en ideas del bando republicano, conceptos inmorales, propaganda de doctrinas marxistas, y todo cuanto fuera crítico con el Movimiento, la unidad de la Patria, la religión católica y la denominada Cruzada Nacional, fueron prohibidos. Con el fin de controlar mejor esta situación, en abril de 1937 se establece la obligatoriedad, por parte de los impresores españoles, de entregar mensualmente un ejemplar de todas las publicaciones del tipo que fueren.
Durante los tres años que dura la confrontación, la vida social, cultural y política del país vive conmocionada, por lo que habrá que esperar hasta la victoria de los sublevados en 1939, para reanudar la historia del sistema educativo español. Pero es preciso destacar que, mientras que en la zona republicana se continúa con la  trayectoria, dentro de la legislación vigente, de extensión de la cultura a la población, en el bando nacional la actividad se centra en el control, la censura, la incautación, la depuración e incluso la quema de bibliotecas.

Durante los tres años de duración de la guerra, cuando las tropas franquistas conquistan alguna localidad, los primeros paseos, las primeras ejecuciones, fueron las de los maestros.



Al terminar la guerra, los profesores y profesoras que no fueron ejecutados o condenados a prisión, fueron depurados.


Durante la II República hubo sectores que se sintieron muy perjudicados por la reforma educativa. Se consideraba a los maestros como “el instrumento más perturbador y disolvente”, en palabras del cardenal Herrera Oria.
Víctimas predilectas de la represión franquista, los funcionarios de la enseñanza fueron considerados por la nueva legislación como «los principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra Patria».

 Durante la primera etapa de la represión, José Mª Pemán, que fue, uno de los pocos intelectuales que se puso del lado de los fascistas, considerado por ellos notable ideólogo, escribió: "Los individuos que integran esas hordas revolucionarias, cuyos desmanes tanto espanto causan, son sencillamente los hijos espirituales de catedráticos y profesores que, a través de instituciones como la llamada "Libre de Enseñanza", forjaron generaciones incrédulas y anárquicas".

La represión se cebó sobre el cuerpo docente, tal vez el colectivo más indefenso de cuantos se atrevieron a abogar por la justicia social y económica, cuestionando el monopolio clerical de la enseñanza y desempeñando un papel acelerador del progreso y la cultura desde las aulas y con la educación de los niños. Fue a ellos a quien se acusó de todos los males y a quien se consideró necesario reprimir de manera ejemplar.


Si la inmensa mayoría de maestros y maestras que no fueron ejecutados o encarcelados, fueron depurados, ¿Quién podía impartir la enseñanza después del AÑO DE LA VICTORIA?
Y, si el sistema educativo republicano había supuesto una tan gran fuente de conflictos, ¿qué sistema de enseñanza nacería de la ideología de los vencedores?
La instauración del modelo educativo franquista comporta una ruptura con el modelo anterior, ruptura querida y potenciada. Para potenciar la ruptura, buscando una escuela que consolide el nuevo régimen, se recurre a la depuración como forma de romper el pasado y asegurarse, en la medida de lo posible, unos profesionales dóciles y adictos a la nueva doctrina: el Nacionalcatolicismo.


En el decreto que firmó el general Franco el 8 de noviembre de 1936, se destaca: “El hecho de que durante varias décadas el Magisterio, en todos sus grados y cada vez con más raras excepciones, haya estado influido y casi monopolizado por ideologías e instituciones disolventes, en abierta oposición con el genio y tradición nacional hace preciso que, en los momentos por que atravesamos, se lleve a cabo una revisión total y profunda en el personal de Instrucción Pública (…) extirpando así de raíz esas falsas doctrinas que con sus apóstoles han sido los principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra patria”

Y así se hizo. De aquellos polvos vinieron estos lodos. Con la victoria fascista se dio comienzo a una nueva etapa en la historia de la Educación: la etapa del retroceso, de un retroceso de un siglo, retroceso cuyas consecuencias continuamos padeciendo aún hoy.

domingo, 13 de julio de 2014

UN PUEBLO ALFABETIZADO PARA UN ESTADO DEMOCRÁTICO


Para instaurar un estado democrático se necesitaba un pueblo alfabetizado.
Fue la de la II República una escuela en la que se educó a los niños atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocación, no a su situación económica. La educación pública recibió financiación para ello, y eso era algo que la escuela privada miró con recelo. Todo tenía el aroma pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, que fue el soporte intelectual en el que se apoyó la República.

Se debe resaltar, junto a la creación de escuelas, la formación de los maestros, la gratuidad de la enseñanza y el carácter social de la educación, el importante papel jugado por las Colonias Escolares: Antes que educar, la República se vio obligada a dar de comer a los niños. Incluso a vestirlos. Había cantinas y roperos escolares y cobraron fuerza las Colonias Escolares que ya antes había puesto en marcha Bartolomé Cossío. Los niños viajaban al mar o a la montaña. Hacían deporte, se divertían. Pero, sobre todo, comían. "En 15 días algunos ganaban hasta cuatro kilos de peso", dice la doctora en Historia Consuelo Domínguez, que ha estudiado con detalle el tema.

Pero ¿qué ocurría con los millones de analfabetos del país, mayoritarios entre la clase rural, que suponían el 44 % de la población?


Lo más revolucionario que puede hacerse, después de facilitar alimentación, fueron aquellas Misiones Pedagógicas de cuyo patronato fue también presidente Cossío, y que todavía recuerdan los más viejos de los pueblos. En destartaladas camionetas llegaron a las aldeas perdidas bibliotecas itinerantes, proyecciones cinematográficas, teatro, museos ambulantes... El 70% de los hombres eran analfabetos; mucho más las mujeres. En aquellas Misiones Pedagógicas se embarcaron grandes poetas, afamados escritores y maestros con su corbata y maletín a los que los lugareños recogían en burro donde las camionetas ya no tenían acceso.
Este nuevo reto para la II República se afrontó con la creación del Patronato de Misiones Pedagógicas, siendo Presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, y Ministro de Instrucción Pública Marcelino Domingo, por decreto de 29 de mayo de 1931, con el encargo de «difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural».
Basándose en las propuestas que hizo, en 1881, Giner de los Ríos, las Misiones Pedagógicas ofrecían el servicio de biblioteca, el museo del pueblo, el cine, el coro y el teatro del pueblo, con su sección de música y su retablo de fantoches. Se intentó que funcionara en su época, pero fracasó, debido a la oposición de los propios aldeanos, no llevándose a cabo hasta la llegada de la República.
¿Cuáles eran sus funciones?:
A) Fomentar la cultura general mediante bibliotecas populares, organización de lecturas, sesiones cinematográficas para conocer otros pueblos, sesiones musicales de coros y orquestas, audiciones por radio, exposiciones de arte con museos circulantes.
B) Orientación pedagógica con visitas a escuelas para conocer su situación con la posterior celebración de una semana o quincena pedagógica y cursillos para maestros, en los cuales les muestran o enseñan cómo dar clases a los niños y los materiales de los que disponen.
C) Cultura ciudadana, se celebraban reuniones con principios democráticos de los pueblos modernos para revisar la estructura del estado y sus poderes.
La Comisión Central y la Comisión Provincial debían estar formadas por personas cualificadas en la enseñanza y fuera de ella. Los gastos de los servicios y material corrían a cargo del Ministerio de Instrucción Pública.


Todo este grandioso proyecto cultural se apoyaba, según Tuñón de Lara, en dos principios irrenunciables:
1º, el derecho por igual a acceder a los bienes de la cultura
2º, la importancia determinante de los valores culturales para construir una alternativa de sociedad capaz de resolver la crisis española.

Hay que hacer justicia a la extraordinaria actividad pedagógica, cuyo objetivo era liberar a la España rural del caciquismo y del oscurantismo que había hecho permanecer al pueblo en la ignorancia. El propio nombre elegido de Misiones suponía una intención liberadora; se trata de dotar al misionero de una función laica no ligada al control de las conciencias que había ejercido la Iglesia en la educación.

 Pero no todo el mundo estaba de acuerdo con la Constitución.
El papa Pío IX
Hubo un sector de la población que se vio seriamente afectado:
la Iglesia. Así, una vez aprobada la Constitución, el 1 de enero de 1932, la iglesia jerárquica española daba a conocer una pastoral colectiva en la que se rechazaba ésta, afirmando una vez más, su derecho a enseñar y el de los padres a la elección de los centros docentes que estimaren convenientes para la educación de sus hijos. A tal punto llego la situación, que se produjo una “guerra escolar” entre los partidos de la enseñanza confesional y entre los que propugnaban la enseñanza laica, guerra que tuvo su momento álgido en la intervención directa de la Santa Sede, con Pío IX. Fue la primera vez que la educación en nuestro país enfrentaba formalmente al Estado español y a la Iglesia de Roma. Aprobada la Constitución, al ministro Fernando de los Ríos le tocó lidiar con la reforma más drástica y conflictiva: la disolución de la Compañía de Jesús; a las órdenes religiosas se les prohibió impartir enseñanza mientras a los maestros se les "libera" de la obligación de dar doctrina religiosa en clase.
Fernando de los Ríos
¿Estaba o no preparada España en esa época para estos cambios? Quizás no lo estuviera totalmente, pero eran necesarios para poner a nuestro país en el camino del progreso, para intentar alcanzar al resto de países europeos… y si esta política de sustitución de la escuela religiosa en escuela laica fracasó, fue porque los colegios de las órdenes religiosas fueron formalmente puestos en manos de seglares, de manera que adoptaron legalmente otra titularidad, pero que eran lo mismo, unos colegios privados a los que se permitió fijar su ideario y cuyo número, en 1935, era mayor que en 1931.
En las filas conservadoras se criticaba a la escuela unificada, alegando que se había cedido el monopolio educativo al estado, pero lo que se había hecho con el cambio era convertir la enseñanza en una educación sin escalones, que permitía un camino fluido y continuo desde unos niveles a otros.

Durante el bienio azañista, se pudo llevar a término la ley, que con tanto esmero se concibió, como la solución al déficit educativo en el país. Se continúo con la labor de renovación de la Enseñanza Primaria y la construcción de escuelas, promulgó decretos para aligerar los plazos y los procedimientos de colaboración entre el Estado y el municipio, a crear prototipos de edificios escolares para cada región geográfica y mejorar la financiación de estas construcciones.

Se reguló otro aspecto de la Enseñanza Primaria: la Inspección. Mediante el decreto de 2 de diciembre de 1932, se aportó una concepción mas moderna de ésta y se hizo del inspector un especialista técnico-pedagógico, un consejero y un orientador del maestro.
De igual manera ocurrió en la Enseñanza Media mediante el decreto de 30 de diciembre del mismo año.


Las siguientes elecciones fueron ganadas por la C.E.D.A, (coalición formada por los radicales de Lerroux y por los católicos de la CEDA de Gil Robles). La mujer estrena el voto femenino y la derecha -la CEDA de Gil Robles- llega al poder. Los progresistas verán cómo se va destejiendo parte del sistema diseñado durante el tiempo de gobierno de quienes se llamaron a sí mismos "bienio rectificador".

Se dio marcha atrás en muchos de los planteamientos educativos laicos del anterior gobierno. En la enseñanza primaria, se inició un descenso en las construcciones escolares y un debilitamiento creciente de la reforma pedagógica. Se prohibió la coeducación en las escuelas primarias, a lo que, conjuntamente, le siguió una intensa acción para conseguir erradicarla en las escuelas normales. También este retroceso afectó a la enseñanza universitaria. Muestra de ello es la extinción de la representación estudiantil en los claustros, juntas de gobierno y juntas de la facultad. Durante los dos años que estuvo en el poder la derecha, no se siguió adelante con el proyecto educativo del 31; por el contrario, la política docente se encaminó a frenar las anteriores medidas.



Las terceras elecciones de la República, en febrero de 1936, dieron la victoria al Frente Popular, alianza de partidos y organizaciones de izquierdas. A pesar de que entre sus promesas electorales se incluían profundas reformas educativas, el alzamiento militar, que trajo consigo la guerra civil y el punto final a la República, no permitió su puesta en práctica.  
El 18 de julio de 1936 comienza la guerra civil española con el alzamiento militar del general Franco. A pesar de ello, diversas instituciones republicanas continuaron con el gran esfuerzo por la cultura y la lectura popular. Todas ellas promovieron un desarrollo educativo y cultural que, en su conjunto, dio lugar a un movimiento educativo de gran magnitud que  no ha sido superado.


Con la II República había sonado la hora de la enseñanza. Había sido llamada por algunos “república de profesores” porque puso en marcha un programa de reformas que, aún hoy en día, nos sorprende por su envergadura y por el tesón que se puso en sostenerlas. El gran pedagogo Rodolfo Llopis, que fue uno de los ministros de Instrucción Pública, dijo “No hay revolución alguna que no haya desembocado en una reforma escolar”