martes, 26 de febrero de 2013

MAREA DE MAREAS




El sábado, 23 de febrero, discurrió por las calles de Cartagena la manifestación que, bajo el lema "Estamos hart@s, recuperemos nuestros derechos" agrupó a las diferentes mareas ciudadanas, y cuyo recorrido comenzó en la Plaza de España, para terminar en el Paseo Alfonso XIII, frente al edificio de la Asamblea Regional, donde se dio lectura al manifiesto que reproduzco a continuación:


Estamos aquí para gritar que estamos hartos pero también que estamos juntos y podemos resistirnos a todo.

Estamos hartas de que carguen su culpa sobre nuestros hombros y su falta de conciencia sobre la nuestra. 

Estamos hartos de que nos digan que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades los que nos han dejado sin ellas. 

Estamos hartas de que digan que nos rescatan, cuando nos secuestran.

Estamos hartos de que nos mientan, nos estafen nos acobarden, nos desprecien. Somos ciudadanos, no mercancía.

Estamos hartas de que nos traten como un cliente que nunca lleva la razón, de que nos traten como una mercancía que se vende, se revende como un objeto. 

Estamos hartos de que vivan a nuestra costa, de que vendan nuestras vidas al mejor postor, de que nos roben la sanidad y se la regalen a un amigo inversor. 

Estamos hartas de que la educación sea un gasto y no una inversión, de que los investigadores no puedan investigar. 

Estamos hartos de votar a un político para que luego nos gobierne el presidente de un banco.

Estamos hartas de que usen nuestro voto como un billete, como un bono basura. 

Estamos hartos de los que defraudan, de los mangantes que hacen gala de sus chanchullos y choriceos.
 

Estamos hartas de los ciudadanos que no ejercen su ciudadanía, de los que pasan, de los que se esconden, de los que se callan, de los que no se indignan, de los que no se revelan de los que se dejan pisotear y permiten que nos pisoteen a los demás, de los que votan corrupción y aclaman al ladrón. 

Estamos hartos de la mayoría silenciosa, del silencio de los cómplices, de los que van al matadero sin rechistar y de los que obedecen ordenes injustas sin cuestionarlas. 

Estamos hartas de los que ordenan pegar por no pagar por sus errores y de los que pegan sin piedad como cobardes a sueldo y mercenarios sin cerebro. 

Estamos hartos de los que echan periodistas a la calle para que no puedan informar, de los que quieren que nos callemos, que no seamos.  

Estamos hartas de un estado que no escucha y que acalla a golpes .

Estamos hartos de los que no nos representan, de que lo llamen democracia y no lo es, de que a esta estafa le digan crisis, de que al ciudadano lo llamen enemigo y a la protesta del pueblo la llamen criminal. 

Estamos hartas de que al estado de derecho lo hayan puesto del revés y al ciudadano lo hayan puesto de rodillas. 

No tenemos que deciros que las cosas están mal, que hay gente que está sin trabajo o con miedo a perder el que tiene, que los bancos quiebran, los maleantes andan sueltos, nadie sabe lo que hacer y lo que es peor, no se ve una solución.

Sabemos que las cosas están mal, peor que mal... y por eso queremos salir a la calle, no queremos quedarnos en casa y ver como lentamente el mundo en que vivimos desaparece.

Nos quieren convencer de que estamos solos, de que no hay alternativa y que no hay nada que hacer y que lo que está pasando es culpa nuestra.

Pero se equivocan.
Vamos a luchar por recuperar nuestros derechos. 
Además de defendernos,
tenemos que pelear por lo que YA nos han robado.

NO PODEMOS RENDIRNOS, 
NO PODEMOS DEJAR QUE NOS VENZAN.

En la próxima movilización que hagamos, tenemos que multiplicarnos.
De nada sirve venir a la manifestación y luego continuar como si nada, tenemos que sumar, tenemos que manifestarnos todos los días, en el trabajo o en la cola del paro, en las plazas o en los bares, con los amigos y amigas, con todas las personas que nos rodean diariamente; tenemos que abrirles los ojos, hay que explicarles lo que no se ve en la televisión.

Hay mucho sufrimiento en las calles y en las casas, no podemos permitir que lo oculten.

Recordad: si cada uno y cada una de quienes estáis aquí hoy, conseguís que os acompañe otra persona a la próxima manifestación seremos el doble, y si nos mantenemos unidos, conseguiremos parar esta sinrazón.

NO OS CALLÉIS

Gracias y adelante, nos vemos en las calles.


viernes, 8 de febrero de 2013

VIRGINIA WOOLF




Fin de viaje, Noche y día, El cuarto de Jacob, La señora Dalloway, Al faro, Las olas, Orlando, Los años, Entre actos…  cualquiera de las novelas de Virginia Wolf es un testimonio de la reacción de su conciencia frente a los temas sociales y políticos de su tiempo.

La hija del crítico e historiador sir Leslie Stephen nació en Londres  en 1882, creciendo en un ambiente frecuentado por literatos, artistas e intelectuales y marchando a los 23 años a vivir con su hermana Vanessa y sus dos hermanos, tras el fallecimiento de su padre. Su hermana, pintora, se casó con el crítico Clive Bell, y por su casa del barrio de Bloomsbury pasaron, no sólo los amigos del matrimonio, sino también los antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, entre los que figuraban intelectuales de la talla del escritor E. M. Forster, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, lo que sería conocido como el grupo de Bloomsbury, al que pertenecía Leonard Woolf, un economista judío de bajo rango social y económico, con el que se casó al cumplir los 30 años y con quien fundó en 1917 la célebre editorial Hogarth Press, que editó la obra de la propia Virginia y la de otros relevantes escritores, como Katherine Mansfield, T. S. Eliot o S. Freud.
Leonard Woolf

Virginia Wolf escribió  hasta su muerte, en 1941, rompiendo los moldes narrativos de la novelística inglesa anterior, llamando la atención la maestría de su técnica y su afán experimental, introduciendo en la novela un estilo y unas imágenes hasta entonces más propios de la poesía.

Pero Virginia no fue sólo una escritora de vanguardia, sino una feminista y pacifista convencida, que no demostró ninguna reserva en ponerse del lado de las mujeres, que se enorgullecía de ponerse en el lugar de las marginadas, que pensaba que el hecho de ser mujer obligaba a la práctica de una ética determinada.

Virginia capta las angustias superficiales y profundas de su época y responde con verdades incuestionables a la desigualdad entre hombres y mujeres y a la injusticia del poder patriarcal que mostraba su más violento rostro en esos años en los que, mientras ella escribía, Hitler tomaba el poder, Japón invadía China, Mussolini, Abisinia, y Franco asediaba Madrid.


En 1931 comenzó su búsqueda de datos ¿cómo puede una mujer parar una guerra? Para la gestación de su libro “Tres guineas”. En 1937, el hijo de su hermana Vanesa, anunció que partiría hacia España, con las Brigadas Internacionales, para combatir el fascismo. Mientras trataba de disuadir a su sobrino de su viaje, se encendía dentro de ella el fuego que le impelía a la publicación de ese nuevo libro; pensaba que, en el joven, más que el ideal, lo que pesaba era una equivocada idea de la virilidad. Pero Julián salió para España, uniéndose a la Cruz Roja, para morir mes y medio después, al ser alcanzado por una granada. Al año siguiente, 1938, “saltó fuera de ella el ensayo político “Tres guineas” en el que exponía la idea de la conexión entre la guerra y el maltrato a las mujeres, en un análisis claro, lleno de luz e incuestionable. Aunque el libro no fue bien acogido, recibió numerosas cartas de gente desconocida que aprobaba su denuncia de la complicidad entre patriarcado, fascismo y guerra. La Segunda Guerra Mundial dio comienzo en septiembre de 1939.

Durante su vida fueron muy comentados sus cambios de humor, así como sus crisis nerviosas y las depresiones que sufrió a raíz de la muerte de su madre, del fallecimiento de su hermana Stella y de la pérdida de su padre. Hoy sabemos que estos trastornos y las enfermedades a ellos asociadas formaban parte de lo que, en nuestros días, se conoce como trastorno bipolar, y que los modernos eruditos, entre los que se encuentra su sobrino y biógrafo Quentin Bell, consideran que vendría influido por los abusos sexuales que, tanto ella como su hermana Vanessa, sufrieron a manos de sus medio hermanos George y Gerald Duckwort, y que son narrados por la propia escritora en su texto autobiográfico “A Sketch of the Past”, si bien de manera velada, de acuerdo con la rígida moral de la época victoriana.

Su niñez y adolescencia habían sido marcadas por la vergüenza. Virginia recordaba que se había avergonzado de su cuerpo, y lo terrible que había sido ser una mujer y avergonzarse de ello, hasta que aprendió de Vita Sackville-West que se podían invertir los valores.

Virginia y Leonard

Con su marido Leonard, que no sólo apoyó siempre ampliamente a su esposa, sino que le permitió vivir proporcionándole la vida y atmósfera que precisaba para escribir, compartió lazos muy fuertes, comentados por Virginia en su diario, en el que hablaba de que después de 25 años no podían tolerar estar separados y que era el suyo un matrimonio completo,  pero la ética del grupo de Blomsbury estaba en contra de la exclusividad sexual, y así, al conocer a  la esposa de Harold Nicolson, Vita, también escritora como ella, tras un comienzo tentativo, entablaron una relación sexual que duró casi toda la década de los veinte, y de la que continuó siendo amiga después de que concluyera su romance.
Vita le enseñó que se podía ser una mujer y amar como un hombre, vivir como un hombre, gozar como un hombre. Pero después de un tiempo, esto no era suficiente. De la combativa sufragista, su amiga Ethel Smyth, aprendió que se podía desear más, no sólo la igualdad y las mismas oportunidades, sino la diferencia de ser mujer y exaltar esa diferencia. Y así escribió “Una habitación propia”, que junto con “Tres guineas” constituye una de sus dos mejores obras de no ficción, en la que examina las dificultades con que las escritoras e intelectuales tienen que enfrentarse, porque los hombres tienen un poder legal y económico desproporcionado y expone sus ideas sobre el futuro de las mujeres en la educación y la sociedad, destacando la construcción social de la identidad femenina.

 Tras una vida intensa, tanto desde el punto de vista personal como literario, tras acabar el manuscrito de “Entre actos”, su última novela, que fue publicada póstumamente, padeció una nueva depresión. El estallido de la Segunda Guerra Mundial, la destrucción de su casa de Londres por los bombardeos de la Luftwaffe y la indiferencia con que se acogió su biografía de su amigo Goger Fry, contribuyeron a empeorar su estado. El 28 de mayo de 1941 puso fin a su vida, llenando de piedras los bolsillos de su abrigo y lanzándose al río Ouse, cerca de su casa de campo. Ese fue el final de Adelina Virginia Wolf, novelista, ensayista, escritora de cartas, editora, autora de cuentos, feminista pertinaz, una de las más destacadas figuras del modernismo literario.